Por: Raziel Roldán
Habitantes del Barrio Bravo de Santa Elena llevan celebrando desde hace cinco años el evento conocido como la «Barriada», en el que participan tanto chicos como grandes.
En estas fiestas, los jóvenes y no tan jóvenes se divierten jugando al “toro” con carretillas, mismas que se utilizan para entrenar el llamado toreo de salón.
Desde hace 4 años se realiza este evento todos los 18 de agosto, en punto de las 4pm en las calles del mencionado barrio.
Ahí, los niños que aspiran a ser toreros salen a las calles a echar pases y encarar al “toro”, mientras que algunos otros que quieren ser recortadores intentan hacer un buen recorte y burlar a la carretilla.
Éstas, hacen ver como si fuera un toro de «piedras negras» con un gran peso de más de 500 kilos.
Los pobladores aseguran que a los niños no se les obliga a que sigan esta tradición, pues insisten en que simplemente traen muy adentro querer ser torero.
¿Qué dice la ley al respecto?
De acuerdo al artículo 44 dentro la Ley de Protección para los niños, niñas y adolescentes, cualquier acto que evidencia violencia no deben de ser presenciados por los menores de edad y aunque en el estado de Veracruz no existe una ley que prohíba las corridas de toros; en los derechos de los niños, niñas y adolescentes hay leyes prohibitivas donde se insiste en que no deben de ser testigos de este tipo de actos.
Apenas el pasado 22 de julio del año 2018 se detectó la presencia de menores de edad en una corrida de toros en el municipio de Xico, Veracruz, la Fiscalía General del Estado, a través de la Fiscalía Regional de la zona de Xalapa, en coordinación con la Fiscalía Especializada en Delitos Ambientales y Contra los Animales (FEDAYCA), procedieron de manera penal en contra de los organizadores, toda vez que había niños presenciando el violento asesinato de uno de los toros, actos que son penalizados en el estado de Veracruz.
Según expertos, el impacto en las corridas de toros en los niños y adolescentes es preocupante por tratarse de un espectáculo donde la violencia y la victimización no solo son reales sino también aplaudidas y valoradas por los adultos, quienes percibidos como referentes por el menor, además de que los niños y niñas expuestos al maltrato animal son más vulnerables.